En la prensa alemana ha pasado casi inadvertida y en los alrededores de la cinéfila Potsdamer platz, que despliega la alfombra roja y el 'glamour' de la Berlinale, ningún cartel advierte de su ubicación. "Está maravillosamente oculta", asegura un matrimonio de la tercera edad que ha conseguido llegar a la exposición tras perderse en varias ocasiones por los laberintos subterráneos de la estación de metro.
Tras años de polémica a causa de la negativa de la Deutsche Bahn (los ferrocarriles alemanes) a ceder un espacio, la exposición itinerante 'Trenes especiales de la muerte' arrancó esta semana en la capital y durante tres semanas mostrará como la Reichbahn, su antecesora durante el régimen de Adolfo Hitler, colaboró en la deportación de miles de judíos alemanes, franceses o austriacos, así como gitanos, en vagones para animales y en condiciones infrahumanas a los campos de exterminio. Todo ello ya desde 1938, un año antes de estallar la II Guerra Mundial.
En apenas 15 metros de largo por tres de ancho, con apenas paso para dos personas al mismo tiempo por sus pasillos y en una esquina de una gigantesca plaza del subsuelo llena de puestos de comida rápida, cuarenta paneles y una pantalla de vídeo muestran una de las páginas más vergonzosas de los ferrocarriles alemanes: su colaboración en el Holocausto y los millones que facturó por ello en sus cuentas. Todo ello dentro de un plan detallado para hacer desaparecer a tres millones de seres humanos.
La exposición, promovida por el famoso 'cazanazis' Serge Klarfeld y con material reunido por la Asociación de Hijos de Deportados Judíos de Francia, nunca hubiera salido adelante sin el firme apoyo del ministro de Transportes alemán, Wolfgang Tiefensee, presente en la inauguración el pasado miércoles. "¿Por qué en una estación secundaria y no en la central, la mayor de Europa?", se preguntaba la activista Lea Rosh. "No nos corresponde a nosotros decirle a la Deutsche Bahn cuál es el lugar apropiado", respondía Klarfeld para acallar las críticas de sus compañeros.
El presidente de la Deutsche Bahn, Hartmut Mehdorn, brilló por su ausencia. El mismo que a finales de 2006, tras negarse reiteradamente a colaborar con la exposición, argumentó que el tema era 'demasiado serio' como para acabar en sus estaciones, "entre gente con prisa para coger su tren y masticando bocadillos". Asimismo, la empresa ha aducido todo este tiempo que ya existe un memorial en la estación de Grünewald, de donde partían los convoyes, y numeroso material expuesto en su museo de Nuremberg.
Ayer la mayoría de los visitantes, cerca de un centenar, eran personas de la tercera edad. Desde los paneles, a pocos metros de los directivos de la Reichbahn posando con los jerarcas nazis, se podían ver decenas de fotos de sonrientes niños, sólo unos pocos de los 11.400 casos documentados, 800 de ellos alemanes y austriacos, que acabaron siendo pasto de la locura nazi en aras de la "consolidación de la raza aria".
Entre ellos Jean Pierre Guckenheimer, nacido el 30 de noviembre de 1935, Lina Bernstein, el 15 de octubre de 1928, o Theo Reiss, el 19 de marzo de 1928. La exposición estará en la capital alemana hasta finales de febrero y durante el año visitará otras ocho ciudades.
Por Carlos Álvaro Roldán EM
Agencias EM AIP JPMM
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