KLAUS BARBIE PROTEGIDO DE LOS EEUU

Klaus Barbie, un nazi en la CIA

París- Verdugo, espía y consejero del terror. Así podría resumirse la cruel y sanguinaria trayectoria de Barbie a través de sus tres vidas: al servicio del régimen nazi, primero; de la inteligencia estadounidense, después; y conchabado con las dictaduras suramericanas, posteriormente, antes de ser atrapado, al final de su existencia, por su pasado y las garras de la justicia. Estas tres facetas quedan perfectamente retratadas en «Mi mejor enemigo», que acaba de estrenarse en Francia y en el que su director, el escocés Kevin MacDonald («El último rey de Escocia»), disecciona, apoyándose en documentos y archivos de la época junto a numerosos testimonios, la biografía de un ser gélido al que nunca le atormentó ni el arrepentimiento ni la mala conciencia.


Brutales interrogatorios En el filme los hechos se suceden con la celeridad y el ritmo propios de la ficción. Comenzando por los años de la barbarie nazi, en los que Barbie, responsable de la Gestapo en la región lionesa y, no en vano, apodado «el carnicero de Lyon», es conocido por la brutalidad de sus interrogatorios. Ésta es la etapa sobre la que más se ha escrito y documentado sobre la figura de este sicario fascista y, en definitiva, la que menos interesa a MacDonald, que revela en su película dos perfiles más desconocidos pero igualmente controvertidos.

«La parte que más me ha interesado era el mundo de-sesperado de la posguerra, cuando los antiguos enemigos fascistas se veían transformados en aliados contra el comunismo», confiesa el director, que muestra cómo tras la Segunda Guerra Mundial Barbie fue contratado por el contraespionaje estadounidense. Trabajará a su servicio entre 1947 y 1951, año en el que los EEUU le tramitan un exilio a Bolivia ante las amenazas de extradición a Francia, donde ya se le había juzgado en rebeldía y condenado a la pena capital por los crímenes cometidos, entre ellos, la tortura y ejecución de Jean Moulin, figura de la Resistencia.

Paradójicamente, Barbie se instala en Bolivia gracias a la intermediación y la protección norteamericana de la que gozó en aquellos años. Allí adoptará un falso apellido, Altmann, que tomará prestado, explica el documental, al rabino de Bad Godesberg, su pueblo natal en Alemania. Y no tardará mucho en adentrarse en las corruptas mafias. Primero al frente de una serrería en la capital antes de meterse en el comercio de quinina y entablar relaciones con las redes del poder militar, del que será consejero. Con la ayuda del general Barrientos, Klaus Barbie levantó, curiosamente, una compañía marítima en un país que no tiene salida al mar y que utilizaría como tapadera para el tráfico de armamento.

El antiguo responsable de la Gestapo, empieza entonces a formar algunos grupos paramilitares y anti-comunistas y contribuirá a los golpes de Estado que colocaron al frente delpaís andino al general Hugo Bánzer, en 1971, y a Luis García de Meza en el año 1980. Pero la suerte le dará la espalda en 1983 al ser expulsado a Francia donde es condenado en 1987 a cadena perpetua por crímenes contra la Humanidad y morirá de un cáncer en 1991. De ese proceso histórico, el documental rescata la lapidaria frase de un reo impertérrito que siempre lo negó todo: «Combatí la Resistencia con dureza. Pero era la guerra, y la guerra acabó».

Agencias AR LR AIP