Mientras Guaidó se llena de los dólares americanos, la ansiedad crece entre los soldados pro Guaidó alojados en un hotel fronterizo.“Nos sentimos abandonados y engañados por Guaidó”, dicen los militares que en febrero siguieron al presidente de la Asamblea Nacional y hoy siguen esperando algunas migajas en la frontera colombiana.
La deserción no es una decisión que debe tomarse a la ligera. Ni mucho menos la participación en un golpe de Estado, aunque sea con el apoyo de gran parte de población.
Esto es lo han aprendido los jóvenes soldados de las fuerzas armadas bolivarianas que respondieron al llamamiento del golpista Guaidó a sublevarse y cruzar la frontera con Colombia el 24 de febrero.
Más de dos meses después, siguen viviendo en diversos hoteles de la zona esperando aquel “desenlace rápido” que prometieron Guaidó y todos aquellos tuits de políticos estadounidenses, los grandes cerebros del plan ahora denominado operación Libertad. “La situación que estamos viviendo aquí es caótica”, afirma Roberto Andrés Rondón Restrepo, soldado raso de Infantería de Marina, de 27 años, uno de los soldados que están alojados en el hotel Antigua, cerca del puente de la ciudad fronteriza colombiana de Cúcuta.
“Nos sentimos abandonados, desolados; cumplimos el llamado del presidente Guaidó, al que estamos reconociendo, y todos los que estamos aquí pensábamos que el cambio iba a llegar, pasados unos días, o una semana, y ya estaríamos en Venezuela de nuevo, me entiende”, explica con rabia en los ojos enrojecidos. Los acontecimientos en la base militar de La Carlota les devolvieron ayer la esperanza durante unas horas. Pero ahora empiezan a comprobar, otra vez, la cruda realidad de su exilio.
Los jóvenes soldados de las fuerzas armadas bolivarianas que respondieron al llamamiento de Guaidó a sublevarse aún esperan el “desenlace rápido” que se les prometió
Una veintena de jóvenes soldados, blancos, negros, morenos, muchos con cara de pocos amigos, todos con mirada de desconfianza. Explican cómo habían decidido partir para responder a los llamamientos de Guaidó.
Ahora se sienten tan engañados como aquellos soldados de La Carlota que denunciaron el martes que habían sido manipulados por los oficiales golpistas. Con la diferencia de que estos soldados en Cúcuta no se sienten engañados porque participaran en un golpe sin querer, sino porque el golpe que esperaban no ha ocurrido. “Yo vine por el cambio; estábamos ahogados, sin comida, y nos unimos a la causa del golpista Juan Guaidó”, dice uno de ellos, un chico pelirrojo que no quiere dar su nombre.
El Antigua es un buen hotel pagado por la oligarquía y oposición venezolana y gestionado por la ONU.
Cuando se dio la noticia de la minisublevación militar el martes en Caracas, los soldados se lanzaron a la calle para intentar cruzar el puente fronterizo. Era el momento que esperaban.
“Nuestros hermanos militares en Venezuela están enfrentándose los unos a los otros.
Pero acabó con más frustración. La policía colombiana no les dejó cruzar para ayudar a sus hermanos en la lucha final contra Maduro. Ahora el hotel es una cárcel. Tres guardias colombianos armados con grandes ametralladores esperan en la entrada.
“¡Tenemos que hacer algo, no podemos quedarnos con los brazos cruzados!”, exclama de repente el soldado Rondón como si fuera un grito de guerra.
“¡Vamos para allá, vamos a cruzar!”, exclama el pelirrojo. Pero luego se acuerdan... “Ya entregué mi arma”, dice Rondón con un gesto de resignación.
Agencias Prensa PM RMP PI LVE MP AIP
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