viernes, 6 de enero de 2017

CHILE Y EL DETERMINANTE 2017

Las elecciones del próximas llegaron para quedarse en relación a las más esenciales confrontaciones socio-políticas y correlaciones electorales que emanen. 

 Inevitablemente, las fuerzas políticas en Chile han comenzado a perspectivar sus direcciones de esfuerzos con vistas a las determinantes elecciones que se producirán en el 2017. De esas elecciones, en este año, saldrá un nuevo mapa del poder político nacional, que incluye los poderes Ejecutivo, Legislativo, y los gobiernos y consejos regionales. Del resultado de esas contiendas electorales, saldrá en buena medida la continuidad y el destino del complejo proceso de reformas actualmente existente. O, su eventual regresión o restauración hacia un camino que en Chile generó profundas desigualdades y un clima de descontento y desafección ciudadana creciente.  

El clima mundial 

El clima regional e internacional en el cual se producirán esas elecciones es altamente complejo. Mientras a nivel mundial las fuerzas neoliberales e imperiales se resisten y contraatacan, para sostener su hegemonía sobre la economía planetaria y la dominación política y militar; el mundo sigue viviendo un proceso de transición hacia un planeta multipolar, con la emergencia de nuevas potencias tales como China, Rusia y las naciones que integran el llamado BRICS. En nuestro continente, esa tensión mundial se ha agudizado con el golpe institucional en Brasil; el gobierno electo de Mauricio Macri y la elección de Donald Trump, y se incrementa la ofensiva para revertir y destruir la tendencia a la integración de las naciones americanas (sin el rol tutelar de Estados Unidos) reflejada en CELAC, MERCOSUR, UNASUR, ALBA y Comunidad de Naciones del Caribe. 

También en nuestra región las fuerzas derechistas y oligárquicas se han visto “alimentadas” por esta ofensiva. Aunque los gobiernos, y fuerzas políticas y sociales en las que se sustenta el histórico e inédito proceso de integración resiste y expresa una fuerza significativa. Ese escenario está abierto, pero sin lugar a dudas, es un campo en disputa ahora mucho más intenso e incierto. Y que incide más en las correlaciones de fuerzas a nivel de los estados nacionales de la región.  

Chile y las contradicciones en curso 

El gobierno de la Nueva Mayoría encabezado por la Presidenta Michelle Bachelet, abrió en los hechos un reordenamiento de las fuerzas políticas chilenas. Su programa generó una tensión política que no se vivía desde el inicio de una transición que no termina. En los años previos a este gobierno, las tensiones principales que provocaron nuevas grietas y fisuras en la sociedad chilena provenían de las demandas, descontentos y movimientos sociales. Al interior de esas expresiones sociales siempre se han reflejado fuerzas políticas, eso es un hecho objetivo. Sin embargo, lo relevante, del punto de vista de las correlaciones de fuerzas nacionales, es que la crítica y el cuestionamiento al sistema político, económico y social dominante tomó “fuerza” desde el campo social y popular. 

Lo más significativo se produjo el 2011, pero las protestas y descontentos sociales venían de antes, y se trata de un proceso acumulativo ante un sistema político e institucional que se comenzó a agotar rápidamente y tuvo una efectiva legitimidad ciudadana entre 1990-2000. Es decir, una legitimación estrechamente asociada a la “salida” a la dictadura y a la instalación de la estratégia política de los consensos neoliberales. La sinergia que ha empujado hacia un nuevo ordenamiento de las fuerzas políticas se explica, en buena medida, por la incidencia y potencia de esas expresiones sociales de descontento y desafección. Por otra parte, el sistema electoral predominante hasta ahora, binominal, se mantuvo estable aún cuando los índices de abstención abrieron un cuestionamiento social creciente respecto de la representación real del Parlamento, especialmente. 

Pero esa abstención también se expresa, fuertemente, en las dos últimas elecciones municipales. Es en este contexto que surge la Nueva Mayoría, y es en este cuadro que emerge su programa de gobierno que busca interpretar las demandas sociales, políticas y valóricas de las mayorías. La reacción a este nuevo cuadro nacional de la derecha política (RN-UDI) y del gran empresariado, tras el gobierno de Sebastián Piñera, es de resistencia y boicot. Han actuado ejerciendo su poder en el Parlamento y en los espacios en donde tienen incidencia, que no es poca. Recurren al fáctico Tribunal Constitucional y en muy contadas ocasiones dieron su respaldo a iniciativas de ley. Intentado protestas sociales y buscaron movilizar a “gremios” bajo las banderas de la “libertad”, mientras hacían esfuerzos para apropiarse de una supuesta superioridad moral y valórica sobre la sociedad chilena, para “resguardar” los “libertinajes” que estarían en la base de las iniciativas referidas a derechos sociales. 

Es en este contexto de resistencia que emerge un “actor político” de gran incidencia: el hegemónico sistema de medios bajo el control casi total de los poderes fácticos identificados con el neoliberalismo. Su clara postura en contra de las reformas; de persistente cuestionamiento a la Nueva Mayoría; al gobierno y a la figura de la Presidenta Bachelet, caló en sectores de la sociedad chilena. Eso es un hecho objetivo. Municipales y elecciones futuras Más allá de las encuestas, este cuadro socio-político se reflejó en las últimas elecciones municipales: 1) Desafección ciudadana expresada en una muy alta abstención. 2) Resultados electorales que mermaron la representatividad de la NM y su gobierno, y provocaron un efecto político. 3) Una derecha que logró mantener su votación, con triunfos significativos en comunas de gran concentración de habitantes, y que le generó condiciones para aspirar a la conquista de un nuevo gobierno. 

 El punto relevante del actual y presente escenario, es que las elecciones futuras, en el 2017, llegaron para quedarse en relación a las más esenciales confrontaciones socio-políticas y correlaciones electorales que emanen. Casi todo lo que ocurra a partir de ahora incidirá en los resultados de esas elecciones. Los márgenes respecto de tiempos políticos y tiempos sociales son muy acotados. Para la Nueva Mayoría, su unidad política y electoral es clave. Cualquier fragmentación puede generar su derrota electoral en las parlamentarias y en las presidenciales. Pero tan clave como eso, es su capacidad de abrirse a entendimientos electorales y programáticos con otras expresiones progresistas, democráticas, que también podrían incidir de manera gravitante en la mantención del proceso de reformas, en su profundización futura, y especialmente en los resultados electorales del 2017. 

El proceso de reformas que inició el actual gobierno, demuestra claramente que se necesita una correlación de fuerzas asentada en una interacción mucho mayor con fuerzas y movimientos sociales que lo sustenten. Las correlaciones no son suficientes sólo en el ámbito político. Más todavía, cuando los años pasados muestran que el dinamismo y la incidencia de las expresiones ciudadanas son claves para explicarse la apertura hacia reformas estructurales, y enfrentar a adversarios tan contundentes que logran incidir negativamente. 

Sin embargo, sería una omisión absurda, no reconocer que al interior del proceso existen sectores, expresiones y fuerzas que limitaron el alcance de las reformas; le pusieron encuadres sistémicos; opacaron las dimensiones de esas reformas y redujeron las expectativas sociales. No se trata sólo de procesos que tuvieron errores e imperfecciones. Se trata de una disputa política por la direccionalidad del proceso. Es también un factor a considerar, puesto que si a esto se relaciona la resistencia de la derecha, el gran empresariado y el hegemónico sistema mediático, la potencia de los obstáculos demanda una correlación social y política mucho más contundente. En este marco, hay escenarios determinantes abiertos el 2016 y que podrían cerrarse en 2017. 

Por Juan Andrés Lagos. Periodista

Fuente:  Agencia  Prensa   PM  RMP  PI  ESCH  AIP 
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