Con el comienzo de la Revolución Bolivariana hace más de una década, quizás como en ningún otro país en la región, se concatenan en Venezuela variables internacionales con intensidad poco común.
Desde el capital financiero transnacional, hasta las cuestiones de seguridad continental, pasando por una esquiva y compleja integración regional, son temas que han atravesado este proceso que se ha visto amenazado por la intervención de Estados Unidos y sus aliados transatlánticos, especialmente durante la era de George W. Bush.
Los trabajos del Strategic Studies Institute, (SSI), un órgano de estudios del Pentágono, indican que Venezuela ocupa un lugar central en el control estratégico de América del Sur y la parte sur del Caribe. El petróleo, su ubicación geográfica, una masa de recursos humanos y físicos privilegiada, pero especialmente su posición autónoma respeto a las potencias transatlánticas, han hecho de la República Bolivariana de Venezuela fundada por Hugo Chávez, un problema estratégico principal para la política exterior de Estados Unidos.
El proyecto Bolivariano debió luchar contra esta poderosa realidad y el referéndum del 15 agosto de 2004 que ratificaba a Hugo Chávez en la presidencia, fue una anticipación de las futuras batallas. En Colombia se establecieron bases militares estadounidenses en parte como contrapartida al proyecto autonómico de Venezuela. La relación directa de la actual crisis con Colombia no es menor por su acoplamiento a la potencia mayor (Estados Unidos) formando parte de su fuerza hegemónica.
Estados Unidos tiene la experiencia en Asia y Medio Oriente de alianzas e intervencionismos transformados luego en un Boomerang. La racionalidad indica que en el caso venezolano la Casa Blanca debería prescindir del tradicional enfoque que caracterizó en la década de 1980 a las administraciones de Ronald Reagan con intervenciones contrarias a la Carta de Naciones Unidas.
Para comprender con mayor amplitud la situación por la que atraviesa el gobierno del presidente Nicolás Maduro, es necesario recordar que Venezuela representa la historia misma del intervencionismo de Estados Unidos. Desde la batalla contra España (1898) para obtener la posesión de Cuba, Washington ha querido echar mano de Venezuela. Hubo arrestos de mantener una férrea soberanía a través del general Cipriano Castro (1902), hecho presidente al encabezar la llamada revolución restauradora. Sin embargo la gestión del que lo sustituye, Juan Vicente Gómez, comandante general del Ejército que permaneció en el poder durante 25 años (1908-1933), inserta a Venezuela en una relación de alta dependencia respecto a Estados Unidos.
Para el historiador Federico Brito, esta dependencia transforma a Venezuela en una semi-colonia (Venezuela. Siglo XX.p31.1967).
A partir del fin de la Segunda Guerra Mundial, EEUU afianza su influencia sobre los gobiernos venezolanos contribuyendo en la construcción de un sistema financiero, político, tecnológico y cultural, basado en la riqueza del petróleo. El país crece en todo sentido, se hace más cosmopolita y se convierte en un país “rico” de alta complejidad. El “modelo” generó también entre 1950 y 2000 extrema desigualdad.
Es de un facilismo analítico imprudente o es propio de una naturaleza política muy destructiva, sostener que la polarización proviene exclusivamente del proyecto Bolivariano y omitir el antecedente histórico de una oligarquía local que entrega el país a las corporaciones extranjeras.
La permisibilidad política de los partidos de raigambre social demócrata, cristiana y liberal que predominaron en los gobiernos previos a la instauración del proyecto Bolivariano, tuvieron una responsabilidad significativa en generar las desigualdades grotescas que heredó el proceso reformador liderado por Hugo Chávez. Las fuerzas políticas tradicionales que administraron Venezuela por más de un siglo, no pudieron solucionar problemas sociales fabricados vía corrupción e incapacidad de generar justicia.
La actual crisis hay que observarla más allá del tóxico ideológico. La cualidad intrínseca del experimento bolivariano no se puede desdeñar con un anti-socialismo rutinario de manual de guerra fría.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), señaló en su informe del 5 de diciembre de 2013, que Venezuela exhibía la mayor reducción de la pobreza con una disminución de 5,6% en pobreza extrema (29,5% a 23,9%), mientras que la indigencia disminuyó en 2% (11,7% a 9,7%). El caso venezolano requiere de atención porque la pobreza disminuyó en más del 50%” con el proyecto Bolivariano. Según la cifra de CEPAL, la pobreza en general decreció desde el 60% al 28% y en la pobreza extrema la reducción es aún más notable, del 25% al 7%”.
El tema que subyace es el impacto estratégico del proyecto Bolivariano en la región por la resonancia del independentismo como alternativa válida, no solo por una cuestión de nacionalismo, sino también por una razón de desarrollo alternativo que apunte a combatir la desigualdad. La idea de la actual agitación social contra el gobierno de Nicolás Maduro es que el experimento bolivariano se desplome y que la integración Latinoamericana y del Caribe corra por los carriles de la letanía sumisa y dependiente del capital de los países desarrollados y que ha generado la histórica desigualdad en la región. El proyecto Bolivariano ha hecho el recorrido de romper el círculo vicioso de las políticas públicas dominadas por el mercado y el gran capital. Se demostró, con todos los contratiempos a cuestas, que se podía y esta crisis forma parte de un proceso largo de cambios políticos y sociales irreversibles.
Por Juan Francisco Coloane
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