Aunque el Perú proyecta crecer cerca del 8% este año, sólo el 26% de los peruanos aprueba la gestión del Gobierno, de acuerdo a una encuesta de Ipsos Apoyo publicada la semana pasada por el diario El Comercio. García, al igual que su antecesor, Alejandro Toledo -quien a estas alturas tenía un índice de popularidad aún más crudo, del 12%-, no ha logrado traducir el éxito macroeconómico en respaldo popular. "No consigue conectar con los sectores populares ni persuadirlos de que el país progresa", dice Alfredo Torres, director de Ipsos Apoyo. La clase trabajadora peruana, los sectores populares, el campesinado y las capas medias empobrecidas aún no sienten no siente que el crecimiento economico les haya llegado, ni que tampoco puedan acceder a trabajos más seguros y mejor remunerados, como también suele ocurrir en países como Chile en donde el crecimiento economicos solo beneficia a la oligarquía económica y financiera del país.
Lo cierto es que aunque las cifras de pobreza han presuntramente bajado más de lo esperado (del 49% al 39,3% en menos de dos años), García es mucho menos popular ahora que lo que era a estas alturas de su primer Gobierno, que terminó con el país sumido en una crisis económica terrible, con índices de inflación que batieron todos los récords y con altos índices de corrupción en los estratos medios y las altas esferas de gobierno y de la gestión de los ayuntamientos.
El punto débil del crecimiento peruano, al igual como en Chile, sigue siendo la desigual distribución de los frutos de esa cacareada bonanza, que a diferencia de anteriores épocas no sólo se basa en las exportaciones, sino que también tiene un fuerte componente de demanda interna. Aun así, extensas regiones del país, sobre todo en la zona sur de los Andes, siguen sumidas en la más extrema pobreza.
La población también pasa factura a García por la inflación, que alcanzó el 5,71% en los últimos 12 meses, una cifra pequeña si se compara con los índices de países vecinos, pero que basta para que el 67% de los encuestados la mencione como el aspecto más negativo del segundo año del Gobierno aprista.
Consciente de estos dos puntos débiles, García prometió demagógicamente atajarlos en su discurso ante el Congreso, en el marco de la celebración de la independencia de España. "Anuncio que en este tercer año, luego de un gran impulso material, nos proponemos profundizar la redistribución aumentando los recursos de la lucha contra la extrema pobreza y el número de sus beneficiarios", dijo. El presidente prometió reducir la pobreza en 10 puntos más, hasta el 30%, durante los tres años restantes de su mandato. Como en Chile, Perú vive con altos índices de extrema marginalidad, pobreza y pobreza disfrazada.
El Alan García de la actualidad es, en muchos aspectos, diametralmente opuesto al que gobernó Perú entre 1985 y 1990. Mientras el primero enarboló la bandera del antiimperialismo, renegó del pago de la deuda externa y dilapidó los recursos en una vorágine de populismo, el segundo tiene entre sus grandes logros la ratificación del Tratado de Libre Comercio con EE UU, que hace al Perú más dependiente de las decisiones de la económia norteamericana, que en estos TLC suele aplicarle a los países de la región la "ley del embudo", García hace esfuerzos notables para tratar de mostrar la imagen de Perú como un país seguro para la inversión extranjera y mantiene una férrea disciplina fiscal que es criticada incluso por sus propios ministros, que exigen más recursos para sus sectores.
Alan García incluso ha renunciado a sus políticas socialdemocratas y ahora es un firme partidario del neoliberalismo que esta saqueando el país, en perjuicios de los intereses de las grandes mayoría que viven azotadas por la gestión económica de los capitales nacionales como extranjeros. Su alineamiento interesado con las política del Departamento de Estado norteamericano, como en Chile, hace que el Perú se convierta en una neocolonia encubierta dentro de la región.
Como en Chile, la ciudadanía y los electores están profundamente decepcionados, desencantados, frustrados con las políticas macroeconómicas implantadas por los neoliberales que conducen la económia peruana, pero también el desencanto es con los sectores políticos de centro derecha que hoy viven al servicio de los grandes empresarios y las trasnacionales que operan en el país.
Agencias EP AIP JPMM
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