jueves, 12 de junio de 2008

BRASIL Y EL COSTO HUMANO DE PRODUCIR ETANOL

Este no es trabajo para humanos'', dice Caio Ribeiro al ver pasar a decenas de hombres y mujeres de todo Brasil que cortan a diario toneladas de caña de azúcar para fabricar etanol en el interior del estado de Sao Paulo.


Ribeiro, de 38 años, es considerado un ''sobreviviente'' entre los cortadores de caña de Sertaozinho, una de las tantas ciudades de la región paulista de Ribeirao Preto; el mayor polo azucarero de Sao Paulo.


Tres años atrás se desmayó en plena faena y, castigado por problemas de columna y circulatorios, debió dejar para siempre el trabajo, según dice a la AFP.


''Cortar caña es para las máquinas'', añade. ''Hay que mecanizar todo porque, de lo contrario va a morir mucha gente'', afirma Ribeiro.


La cosecha manual de caña es una mancha para el etanol que abastece cada vez más autos en Brasil y que el país quiere difundir mundialmente como opción a los combustibles fósiles. Desde el 2004, 20 braceros murieron a consecuencia de su trabajo, según los dirigentes sindicales.


Gremios y grupos no gubernamentales denuncian condiciones laborales infrahumanas y a veces lindantes con la ''esclavitud'' y cientos de trabajadores fueron ''liberados'' en el último año en plantíos de Sao Paulo y del norte de Brasil . En Europa, políticos presionan para instaurar un régimen de certificaciones contra el etanol producido en condiciones de explotación.


El gobierno reconoce que el trabajo es ''muy duro'' y se propone incentivar la mecanización. UNICA, la entidad que agrupa a los productores de caña, dice estar eliminando la cosecha manual.


''Este año la mecanización de la cosecha llegará al 51 por ciento'', dijo a la AFP Antonio de Padua Rodrigues, director técnico de UNICA. La mecanización total llegará en el 2017.


Cada cañero realiza a diario un esfuerzo físico similar al de correr una maratón (42 km) lo cual lo somete a una sobrecarga de actividad cardiorrespiratoria, según la Universidad Metodista de Piracicaba (interior de Sao Paulo).


Miles de jóvenes, especialmente, del empobrecido noreste brasileño llegan para trabajar de abril a noviembre en la zafra y se instalan en modestos, y a veces insalubres, alojamientos en alguna de las 37 ciudades que rodean a Ribeirao Preto.

Agencias ENH AIP JPMM

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