viernes, 6 de marzo de 2009

CHILE...PACTO CONTRA LA EXCLUSIÓN

Los “príncipes” deberían estudiar un poco más la historia para no entregar juicios sin correspondencia con la realidad.


El acuerdo electoral entre la Concertación y el Partido Comunista tiene un solo objetivo: terminar con la exclusión parlamentaria que por 20 años persigue al PC en virtud de la ley electoral binominal mayoritaria, que impide que quienes no integran los pactos puedan elegir parlamentarios aun teniendo una votación con la que, en otro sistema, tendrían acceso a instituciones representativas. Esto es parte de la filosofía de la ley electoral que excluye a las fuerzas menores.


El acuerdo electoral tiene una sola causa: la imposibilidad de modificar la actual ley, porque la derecha nunca ha dado sus votos para cambiarla, pese a la diversidad de propuestas que los gobiernos de la Concertación han formulado. Ha habido promesas incumplidas, en especial de RN, porque la UDI siempre ha rechazado cualquier cambio. Sebastián Piñera se comprometió con Guillermo Teillier en el hospital de la Universidad Católica, al visitar en su lecho de muerte a Volodia Teitelboim, a modificar la situación. Hubo anuncios, pero todo quedó en nada porque en la derecha ha pesado mantener una ley que condena al Congreso a un casi empate y sigue permitiendo insólitamente que 27 sea lo mismo que 53 y ha dado un amplio subsidio a la derecha cuando ésta tenía menos votación. Para eso se hizo esta ley, para redimensionar la soberanía popular y lograr un equilibrio ficticio al cual aún hoy la derecha no está dispuesta a renunciar.


Asumiendo que la derecha no permitirá el cambio, la Concertación y el PC han decidido dar este paso, porque no existe otro camino para corregir esta anomalía. Es un acto ineludible para quienes creemos en los valores de la democracia y del pluralismo. Sería una vergüenza que después de 20 años de reinstalada la democracia aún haya fuerzas arbitrariamente fuera de las instituciones representativas con votaciones cercanas a 9%. No es un pacto programático donde las posiciones de la Concertación o del PC se confundan. No se trata de que el PC ingrese a la Concertación. Nada de eso. Permite normalizar la democracia, terminar con una exclusión que debilita a las instituciones, que crea desconfianza y lejanía en un sector de la población que no se siente representado.


El argumento de que este pacto debilita a la Concertación y a la DC en el centro carece de sustento empírico, porque en todas las encuestas la enorme mayoría de los chilenos rechaza las exclusiones y hace poco 78% de los entrevistados era partidario de que todos los partidos con votos estén el Congreso. Ante el argumento de los llamados "príncipes" de la DC sobre la enorme distancia entre las posturas de la DC y las del PC, conviene remitirse a la historia y ver cómo se comportaron los actores. No es primera vez que hay una exclusión del PC. En 1949 se aprobó en el Congreso, por presión de EEUU al inicio de la guerra fría, la Ley de Defensa de la Democracia, llamada por Pablo Neruda la "ley maldita", que borró de los registros electorales al PC, pese a que era parte del Gobierno con tres ministros, y permitió el envío de sus dirigentes al campo de concentración de Pisagua.


Horacio Walker Larraín, parlamentario y presidente del Partido Conservador, se opuso a la ley con el argumento de que no era partidario de "perseguir ideas sino delitos y ellos no existen", agregando que la propuesta era "totalmente inconstitucional". En 1958, al crearse el Bloque de Saneamiento Democrático, Eduardo Frei Montalva y los padres de la DC formaron parte de ese bloque, del cual también era parte Salvador Allende, para terminar con la "ley maldita", permitir el retorno de los comunistas y llevar a cabo reformas a la ley electoral para poner fin al cohecho. Frei Montalva preparaba su candidatura presidencial y no midió cuántos votos podía perder en las elecciones del ’58. Tuvo una postura democrática y bregó por terminar una ley que desnaturalizaba el sistema. No asombra que Eduardo Frei Ruiz-Tagle asuma plenamente este acuerdo.


No hablamos de un partido ajeno a la vida parlamentaria. Luis Emilio Recabarren era diputado desde 1906, antes de fundar primero el Partido Obrero Socialista en 1912 y después el PC en 1922. Desde sus inicios, el PC fue un partido parlamentario, con amplia representación en la Cámara y el Senado y quien conozca de la historia sabe que dio al país a ilustres representantes, como Pablo Neruda, senador que debió salir clandestinamente de Chile perseguido por su militancia. No se hace una concesión a un partido que en 1973, al momento del golpe, tenía nueve senadores y 25 diputados, más de lo que cada partido de la Concertación, individualmente, hoy tiene y varios de los cuales fueron perseguidos, asesinados y desaparecidos durante la dictadura de Pinochet.


Este acuerdo es también reparatorio y dignifica a la Concertación, que asume el rol que debería asumir el Estado y no asume porque lo impide una derecha donde no hay grandeza, sino simple cálculo electoral e ideologismo. Tampoco es válido el argumento de que un pacto con el PC beneficia electoralmente a la izquierda de la Concertación y perjudica a la DC, porque éste debe ser construido garantizando los equilibrios de la Concertación y permitiendo doblajes que beneficiarán a la democracia, a toda la Concertación y a la DC. Si el pacto municipal con el PC hubiera sido más amplio y generoso, el mayor beneficiado habría sido la DC, porque habría elegido a varios de los alcaldes que se perdieron.


No parece válido el llamado de uno de los "príncipes" a que el PC debe dar garantías de apego a la democracia. El PC ha sido garante de la democracia y su presencia en las instituciones y en el mundo social, como las víctimas caídas durante la dictadura, son una muestra de esta vocación. Al fin del Gobierno del Presidente Frei Montalva, algunos sectores del Ejército pretendieron una asonada golpista y fue la CUT, presidida por el comunista, diputado y ex ministro Luis Figueroa, y el propio PC que se movilizaron para impedir esa aventura golpista. Durante estos 20 años de exclusión el PC ha buscado resolver esta inequidad con diálogo y responsabilidad, respetando la institucionalidad pese a que ella lo ha mantenido fuera. Los "príncipes" deberían estudiar un poco más la historia para no entregar juicios sin correspondencia con la realidad.


No existen argumentos serios para oponerse a construir un pacto contra la exclusión. Hay que ver la reacción de la derecha, que teme a este acuerdo porque puede anular, en parte, el producto del binominal. Produce cierto efecto escuchar hoy a personeros de la derecha política que ocuparon altos cargos con Pinochet hablando del rol anticomunista que debería asumir la DC. A la derecha le preocupa este pacto porque terminaría con la exclusión ideológica que Pinochet instaló directamente en la Constitución del ’80 en el artículo 8 transitorio ya derogado, pero que aún se mantiene vigente en la oposición. Saben que un pacto entre la Concertación y el PC implica perder distritos y circunscripciones y, sobre todo, que en segunda vuelta Sebastián Piñera no tiene opción de ganar aun cuando recurra al viejo, y ya sobrepasado por la historia, "cuco" del comunismo o a los cantos de sirena hacia un centro político que en este país tiene una clara definición democrática y de sensibilidad social.


Agencias Prensa Por Antonio Leal LN AIP JPMM

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